domingo, 3 de abril de 2011

El CRUCIFIJO Y EL JAMON DE TREVELEZ

En un interesante artículo publicado en Diario de Jerez, hoy en la sección de LA TRIBUNA, Ana María Carmona Contreras, Catedrática de Derecho Constitucional, cuestiona la sentencia Lautsi (caso interpuesto por una madre contra el Estado italiano, que declaraba contrario al Convenio europeo de Derechos Humanos la exposición de crucifijos en una escuela) , dictada por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que afirma que la presencia de los crucifijos en los colegios públicos de Italia, no viola el derecho de los padres a que sus hijos reciban una educación acorde con sus principios religiosos y filosóficos. En la práctica esto significa que los crucifijos podrán permanecer en las clases.
La autora del artículo, abre, a partir de esta escueta y clara definición de la sentencia, una crítica a la misma desde las debilidades que aprecia en términos estrictamente jurídicos. Sentencia que según dice, adopta el Tribunal, con un criterio interpretativo que gira en torno a dos razonamientos esenciales.
·         La inocuidad, que en términos de adoctrinamiento religioso se atribuye a la presencia de los crucifijos en las aulas.
·         El mantenimiento de estos, no supone una quiebra del deber de neutralidad del estado, frente a la diversidad religiosa existente en Italia.
Este razonamiento que envuelve, según la autora,  una gran carga ideológica, lo define como un oxímoron argumental: Es un símbolo despojado de efectos materiales. El Estado no falta a su neutralidad, respetando a todas las creencias, si bien toma en consideración el carácter mayoritario del catolicismo. (El oxímoron consiste en armonizar dos conceptos opuestos en una sola expresión, formando así un tercer concepto. Dado que el sentido literal de un oxímoron es un absurdo (por ejemplo, «luz oscura»), se fuerza al lector a buscar un sentido metafórico. Lo contrario al oxímoron es el pleonasmo, «la vi con mis propios ojos»).
La Sra. Carmona, muestra su insatisfacción al obviar una adecuada valoración del derecho de las minorías, que sin desearlo, tienen que aguantarse y contemplar el crucifijo diariamente en colegios públicos, pagados también con sus impuestos.
Termina el artículo con un amen y afirmando que el grupo primado en esta sentencia,  “el católico practicante”, según una amplia evidencia empírica, es a día de hoy minoría social en gran parte de Europa.
Pues permítame también a mí, Sra. Carmona, definir esta última afirmación suya como un nuevo oxímoron argumental. Dice usted amen,  palabra con una gran carga religiosa, para terminar su artículo con fuerte argumentación laica, y  afirma también, con cierto sesgo al dividir a los católicos en practicantes o no, que según una evidencia empírica, son minoría social.
El respeto a las minorías, nada tiene que ver con el arrinconamiento y la ocultación de los derechos de las mayorías. En los últimos años, “minorías” se muestran con un descaro ofensivo públicamente y en muchos casos subvencionados con dinero público, como pueden ser ciertos colectivos en diversas caravanas y actos lúdicos.
 En esa evidencia empírica a la que se refiere, debo demostrarle mi total desacuerdo ya que lo que es evidente para unos, no lo es para otros .Si esto no fuera así tendríamos que afirmar que otras “minorías”, imponen sus criterios para justificar el Estatuto Catalán donde el resultado fue, con una participación del 48,85%, de 73,90% votos a favor, 20,76% en contra y 5,34% votos en blanco. Es  decir con algo más de un tercio de los votos se impuso el Estatuto.
Y se tendría que afirmar que una minoría salida de las elecciones al parlamento europeo, se impone a la mayoritaria ciudadanía, ya que la abstención a estas en España en las celebradas en 2004, fue del 54,86%,  y en las de 2009 ascendió al 55,10%, y esta “minoría”, dicta normas y leyes que nos configuran como europeos.
Estos datos si que son empíricos, pero estará usted de acuerdo  en que las cosas no son así de simples ¿verdad? Pues su evidencia empírica tampoco, Sra. Carmona.
El respeto aséptico a las minorías da lugar a situaciones tan absurdas como la del profesor expedientado por hablar en clase sobre el jamón de Trevélez y tener entre sus alumnas a una musulmana.