En el último número de la revista XL Semanal (1228), nos muestran un interesante artículo sobre la “revolución” de los islandeses contra las recetas de los “mercados” para salir de la crisis.
Esta “revolución” ha sido silenciada por los medios de comunicación y solo tuvo repercusión cuendo tras un referendum, los islandeses decidieron no pagar la deuda que el Banco Icesave, tenía con sus clientes; la gran mayoría ciudadanos de Gran Bretaña y Holanda.
Este es un pequeño resumen que a mi, me dice mucho a favor de un pais como Islandia y me apena ante la necedad de los españoles y de nuestros políticos que estan permitiendo que nos vayamos al precipicio y solo miran por sus intereses, o más bien por los de su partido y la ignorancia muy culpable de la ciudadanía española, más preocupada por la vida de las Esteban y Campanario, que por la suya. Somos un pais que hemos permitido a los dirigentes que nos vacien el cerebro.
Obama no se atrevió a toserles a los mercados financieros, pero el presidente de Islandia les ha lanzado un órdago. Héroe para unos, oportunista para otros, Ólafur Ragnar Grímsson retó a su propio Gobierno y se negó a firmar la ley que obligaba a los islandeses a pagar con sus impuestos las deudas del banco Icesave: 4000 millones de euros, la mitad del PIB del país. Convocó un referéndum: “Tenía que optar entre lo que exigían los mercados y lo que pide una democracia. Así que decidí darle a la ciudadanía la opción de elegir”.
Ante la amenaza de que las agencias de calificación aplique al bono de Islandia la calificación de bono basura, afirma: “Soy muy crítico con ellas. Antes de 2008 nos engañaron. Les daban las más altas notas a nuestros bancos, la triple A”. “Los países más débiles están a merced de las agencias de calificación y esas agencias se equivocaron con Islandia. Y todavía no nos han explicado por qué”.
He aquí las opiniones de algunos ciudadanos Islandeses; ojala nosotros nos aplicáramos la receta.
Peter Mogensen, ejecutivo. «No es una revolución, pero redescubrimos la democracia. Se nos había olvidado qué era». «No cuestionábamos las decisiones del Gobierno cuando la economía iba bien. Ahora quiere que paguemos la factura de la crisis. Y nos hemos rebelado. Nuestra única arma es el voto. ¿Es una revolución? Tenemos la costumbre de ponerle nombre a todo... Creo más bien que lo que estamos haciendo es redescubrir la democracia. Se nos había olvidado en qué consistía.»
Eigló Svala Arnarsdóttir, editora: «Negarse a satisfacer la deuda bancaria es un error. Islandia estaba obligada por la legislación europea y ahora corre el riesgo de quedarse aislada. Por eso voté «sí» a pagar. Este asunto se mezcló en el referéndum con otro diferente: la corrupción. Acabar con ella dependerá mucho de la reforma constitucional y de que se procese a los responsables. Y en eso sí que estoy de acuerdo.»
Andri Már Arnlaugsson «disc jockey». «Me siento frustrado con los que llevaron al país a la bancarrota. Pero la crisis también nos puso en nuestro sitio. La gente se había vuelto avariciosa. La vida no es fácil ahora. Para mantener a mi hija, pinto casas por el día y por la noche me dedico a la música. Pero tengo esperanza. Los islandeses hemos protestado por primera vez en nuestra historia. Deberíamos hacerlo más
Lára Dís Richardsdóttir, universitaria. «Tenemos derecho a estar enfadados y pedir explicaciones a los que mandan». «Trabajo en el spa de un hotel y estudio Turismo y Empresariales. La gente tiene todo el derecho del mundo a enfadarse y pedir explicaciones a los que mandan. Creo que lo que estamos viviendo en Islandia es una revolución, pero no una revolución política. Esto no va de ideologías. Es sobre la gente y sobre el derecho a decidir sobre nuestras vidas y las de nuestros hijos.»
Dóra Markúsdottir, granjera. «Los islandeses somos como una gran familia. Casi todos tenemos algún pariente en común, así que nos conocemos bastante. Sabemos los defectos de cada uno, quién se enriqueció antes de la crisis, quién vivió por encima de sus posibilidades. Yo soy del norte y nos vinimos a este fiordo sabiendo que habría que trabajar duro. Ahora hay muchas casas en venta, se ha ido gente. Me molesta que los ingleses nos atemoricen para que paguemos. Por eso voté «no».
Ólafía Sigurjónsdóttir, psicóloga. «Los islandeses confiábamos en nuestros gobernantes; ya no. Y nos hemos propuesto vigilarlos de cerca y decidir sobre nuestro destino. Ahora es Icesave; luego, tal vez, la entrada en la UE o la adopción del euro. Sea lo que sea, ojalá sigamos ejerciendo ese poder intimidatorio sobre el Gobierno que se ha perdido en otros países. Espero un bebé y soy optimista sobre el futuro.»
Peter Mogensen, ejecutivo. «No es una revolución, pero redescubrimos la democracia. Se nos había olvidado qué era». «No cuestionábamos las decisiones del Gobierno cuando la economía iba bien. Ahora quiere que paguemos la factura de la crisis. Y nos hemos rebelado. Nuestra única arma es el voto. ¿Es una revolución? Tenemos la costumbre de ponerle nombre a todo... Creo más bien que lo que estamos haciendo es redescubrir la democracia. Se nos había olvidado en qué consistía.»
Que cada uno, saque sus propias conclusiones.
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