domingo, 13 de marzo de 2011

LAS DESGRACIAS DE LOS RICOS Y DE LOS POBRES. LAS DESGRACIAS Y LOS CREYENTES

Valga esta reflexión, para serenar el espíritu ante el sufrimiento que como meros espectadores estamos contemplando estos días.

LAS DESGRACIAS DE LOS POBRES

Año tras año, el deslizamiento de tierras sepulta a barrios enteros en la ciudad de La Paz, dejando a miles de familias sin casa y sin esperanzas.
La última avalancha de finales de Febrero, dejó al menos a cinco mil personas damnificadas. Los daños del deslizamiento superan los 50 millones de dólares, según la primera evaluación técnica de los destrozos en viviendas, avenidas, edificaciones escolares y sanitarias.
La ciudad de La Paz, es una ciudad construida en lo que parece ser un gigantesco cráter donde los barrios escalan las laderas. Entre el 60% y el 70% del terreno de La Paz es inestable, lo que significa que la mayoría de los habitantes de esta urbe corre el riesgo de perder su casa.  
El geólogo Marco Antonio Guzmán explica que La Paz tiene una alta pendiente y que "sus suelos son jóvenes", eso quiere decir que aún están en proceso de formación y que no han llegado a ser rocas.  
Guzmán, docente investigador de la Universidad Mayor de San Andrés de La Paz (UMSA), dice que por esta causa, el 70% del terreno es vulnerable.  
El portavoz de la Alcaldía de La Paz, Edwin Herrera, señala que esa vulnerabilidad es congénita porque hay evidencias documentales de que al nacer la ciudad en 1548 ya se registraron derrumbes. "Tenemos que aprender a vivir con estas características, como los japoneses viven esperando un terremoto", sostiene.  
Además, el suelo de esta ciudad está surcado por 300 ríos que son responsables determinantes para los corrimientos de tierra.  
Sin embargo, las autoridades también subrayan la responsabilidad de la misma gente que toma los predios, construye sin respetar las normas y luego, con presiones, consigue la legalización de sus planos, sus edificaciones, servicios y obras, confiando en qué no pasara nada.  
Un ejemplo de esto último se vivió a finales de Febrero en los barrios Metropolitana y Cervecería de La Paz. Sus vecinos no solo rechazaron la advertencia del municipio sobre el peligro de sus casas, sino que las "ch'allaron", costumbre consistente en derramar un poco de alcohol que se va a tomar sobre el suelo en honor de la Pachamama (Madre Tierra) para pedir que las proteja.  
Las construcciones ilegales, por lo general, carecen de servicios básicos, entre ellos, el alcantarillado. Las aguas fecales se vierten en pozos sépticos, humedeciendo cada vez más el terreno.  
Esas edificaciones, dice Herrera, son levantadas por ciudadanos de diversos niveles sociales y económicos, no necesariamente por los pobres. 
Roberto Castillo, asesor técnico para el Programa de Emergencias de Cáritas de Alemania, explica que hace falta "una normativa clara y específica sobre el uso del territorio" para prevenir los desastres porque hoy no existe.  
Apunta que no le asombran los derrumbes en La Paz. "Lo extraño sería que no sucedieran", comenta con resignación.  
La Alcaldía de La Paz ha identificado 39 zonas de riesgo, de las cuales, dos desaparecieron en el último deslizamiento y otras dos están a punto de colapsar. La gente se niega a salir de esas zonas porque espera que las autoridades les paguen por sus casas.  
En 1996, el barrio Cotahuma fue sepultado con sus habitantes dentro de las casas. Y, desde el 2009 se cayeron los barrios Retamani I, Retamani II, Huanu Huanuni y, este año, un área de 140 hectáreas, donde vivían 5.000 personas, en Kupini y Valle de las Flores.

LAS DESGRACIAS DE LOS RICOS
Las autoridades japonesas aumentaron hoy a 1.353 los muertos y a 1.085 el número oficial de desaparecidos por el terremoto y posterior tsunami del viernes, aunque se teme que las víctimas superen con creces las 10.000. La catástrofe y posterior amenaza nuclear han dejado ya casi 600.000 evacuados, según la Oficina de Ayuda Humanitaria de Naciones Unidas (OCHA).
Las cifras oficiales hablan de más de 20.800 edificios destruidos y de que unos 380.000 japoneses tuvieron que ser evacuados de sus viviendas por ambas catástrofes naturales, mientras que 210.000 han sido evacuadas del área de 20 kilómetros alrededor de la central nuclear de Fukushima, donde se registró una explosión tras el seísmo.
El primer ministro nipón, Naoto Kan, pidió unidad a sus conciudadanos para afrontar las consecuencias del grave terremoto del viernes, que calificó como la peor crisis que afronta Japón desde el final de la II Guerra Mundial (1939-45).
Kan explicó que el Gobierno ha dado luz verde a las empresas Tokyo Electric Power y Tohoku Electric Power para efectuar, a partir de mañana lunes, cortes de electricidad de hasta tres horas al día con el fin de garantizar el suministro en las provincias afectadas.
LAS DESGRACIAS Y LOS CREYENTES
Ante estos dos trágicos acontecimientos,(uno previsible y que se puede evitar, si bien al pobre las desgracias les vienen solas; el otros previsible también y aunque creían que lo podrían paliar, no ha sido así) ¿qué respuesta tengo como creyente?.
El creyente sufre, el ateo sufre. El sufrimiento no es privativo de la conciencia religiosa o de la conciencia incrédula: es propio de la condición humana. No me sorprende que el increyente o el ateo, que se debate contra el problema del mal, se enoje ante la facilidad con que los creyentes, nos consolamos, si bien hay muchos que no encuentran ese consuelo. Cuántas veces escuchamos, ¿Qué he hecho yo para merecer semejante castigo?
Es verdad que la doctrina religiosa, ha impuesto la mezquina idea del juicio y su correlación de culpa y pena. Tenemos que gritar que esa doctrina ha desflorado, escarnecido y agotado la idea del Dios Misericordioso. ¿Cuántas veces decimos y nos han dicho que soportemos la cruz?
Hemos desvirtuado hasta el sentido de la cruz. Debemos hablar de la cruz con mayor cautela: una es la cruz en que murió Jesús de Nazaret y otra es la cruz en la que murió el mal ladrón. Y ambas eran muy parecidas, cortadas en el mismo lugar, instrumento del mismo dolor y sufrimiento. Solo es distinto el uso que de ellas hicieron uno y otro ajusticiado.
Al sufrir el hombre la adversidad, lo reduce justamente a lo que es: un ser finito y precario. Ahora bien,  este hombre en su fuero interno ¿Qué es? La desgracia, los contratiempos (los deslizamientos y los terremotos), se limitan a desarrollar lo que en él ya existía. Campo de trigo o de cizaña, cruz del buen ladrón y cruz del mal ladrón. Nunca pasa el dolor a nuestra vera dejándonos como antes estábamos. Por tanto no debemos permitir pensar que el dolor, es un castigo de Dios. Esa actitud nos llevará a abjurar de la idea de Dios.
Ya el diablo, quiso captar a Job, cuando solicito a Dios, poder probar al pobre Job mediante el sufrimiento. Sus propósitos eran inequívocos y su esperanza fruto de su conocimiento de la realidad humana. Por tanto no debemos permitir que se piense que las desgracias son un castigo divino. El sufrimiento, en vez de acercarnos a Dios, en ocasiones, nos apega a los hombres. Intentamos que el consuelo no nos llegue de El (tan lejano, tan misterioso) y nos cubrimos con el placer del consuelo humano. El sufrimiento así entendido, nos aleja de Dios al que tratamos de una manera despechada. Tampoco Job salió de su obstinación en pensar que para sufrir tanto, mejor sería no haber nacido.
¿No es nuestra opción el poder evitar al menos, el mal de los pobres ciudadanos de La Paz? ¿No fue opción de la rica civilización japonesa, poner remedios para que sus casas no cayeran por los terremotos? Trabajemos para evitar los desastres y no culpemos a Dios de nuestra incompetencia. Queremos ser libres, pero a la vez culpamos a Dios por dejarnos libres. Pidámosle la fe, para que podamos luchar contra las adversidades. Esa lucha nos consolará y nos hará fuerte, siempre en el Señor.

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