lunes, 28 de marzo de 2011

VIVIR CON UNA MASCARA

Ya casi no nos acordamos de la odisea que pasaron 33 minero chilenos, desde el derrumbe que se produjo en la mina San José el 5 de Agosto de 2010, donde pasaron 69 días atrapados a unos 700 metros de profundidad. De cualquier modo sí que recordaremos como este horrible accidente fue narrado a diario por los medios de comunicación. Nos comentaban la vida sentimental de algunos, la tristeza de otros. Nunca oí nada sobre sus condiciones laborales y la seguridad en las minas ¿Cómo se explica que sólo existan 16 personas para fiscalizar las 3.000 minas de Chile?.(y nosotros observábamos entre atónitos e interesados en radio y televisión, muchas veces con una pizza en la boca).
Era una época en la que la crisis se cebaba de una manera impúdica en muchos lugares de nuestra tierra, pero nos consolábamos al ver como al menos nosotros vivíamos, mientras otras casi morían en vida.
Gracias a Dios todo salió bien. Los “héroes” así llamados cual estrellas fugaces pasaron de ser noticias de portada a ser absorbidos por la indiferencia mediática.
El pasado 11 de Marzo de 2011, desayunaba escuchando la radio, cuando el locutor, comenta medio alarmado, que  al parecer había  habido un seísmo muy fuerte en Japón, con algún daño de consideración.
Después vino lo que todos sabemos. Las noticias nos alucinaban pero pensábamos que Japón es lo que creíamos que era y lo que verdaderamente nos llamaba la atención eran las imágenes tomadas desde todos los ángulos, desde todos los lugares y situaciones. Era realmente estremecedor ver la fuerza de la naturaleza, arrastrando toda la potencia Japonesa. Pobres, quien lo iba a decir.
Las noticias a los pocos días, fueron intercalándose con la entrada de los países occidentales, en una “operación de salvamento” de los ciudadanos libios (los de Yemen, Siria, Jordania…, no necesitan salvación), interceptando el espacio aéreo, para controlar al diablo Gadaffi.
Y entre la guerra, muy cercana pero descompensada a favor de los defensores de la democracia y la preocupación por las consecuencias del escape radioactivo de la central de Fukushima, muy lejana, pero amenazante,  nos comenzamos a preocupar por el alcance de estas noticias.
Las noticias que nos mostraban, decían a modo de ilustración el número de muertos que iban ascendiendo;  pero realmente la noticia, era el estado de la central nuclear a punto de estallar. El miedo de los japoneses, el miedo de los americanos, el miedo de los europeos, por lo que allí pudiera pasar y como nos podría afectar. El apocalipsis, decía uno.
La cifra de muertos y desparecidos a superado ya  las 27.000 personas. Los daños superan los 100 millones de euros, y las cifras para la reconstrucción serán superiores s a los 300mil millones de euros.
Pero lo que me sorprende es lo pronto que hemos asimilado la tragedia de una catástrofe de estas dimensiones, en apenas 2 semanas (solo prestamos cierta atención cuando se habla de peligro nuclear), sin embargo la tragedia de los 33mineros nos la fueron relatando a diario con traca final el día 69.
En la tragedia de Bhompal, en 1984 la fábrica de pesticidas de Unión Carbide, escupió veneno y más de 10.000 personas murieron en pocos días. Otras 15.000 personas han fallecido en los años siguientes y más de 100.000 continúan con problemas de salud. Aquella noticia fue relatada con los medios de la época. Se ha escrito un libro best seller, pero ya pertenece a la memoria de cuantos seguimos esta tragedia. Lo más dramático (por supuesto además de la pérdida de vidas humanas) es que no siquiera se reclama justicia. Dow Chemical, que adquirió Unión Carbide, aprendió el negocio: la compraventa no incluyó la responsabilidad sobre lo sucedido. Por lo demás, este siniestro al estar lejos de los países occidentales y en un país como India, no ocasionó demasiadas protestas e inquietudes porque no nos podía afectar a nosotros.
Ahora nos estamos acostumbrando a ver cómo pasa la vida para los japoneses, intentando cuidarla con una máscara que les proteja. Mientras tanto, nosotros también nos ponemos la mascara (la de la vida continúa) y pasaremos a discutir sobre seguridad nuclear, aunque las agencias que deciden sobre este tema, estén como las que controlaban la seguridad de los bancos, sin que nadie conocido, las audite a ellas….y la bombas, las minas, los pesticidas y lo nuclear, nos proyecta, cada vez más a vivir la vida con una estúpida mascara. Que simples somos.

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