
Era una época en la que la crisis se cebaba de una manera impúdica en muchos lugares de nuestra tierra, pero nos consolábamos al ver como al menos nosotros vivíamos, mientras otras casi morían en vida.
Gracias a Dios todo salió bien. Los “héroes” así llamados cual estrellas fugaces pasaron de ser noticias de portada a ser absorbidos por la indiferencia mediática.
El pasado 11 de Marzo de 2011, desayunaba escuchando la radio, cuando el locutor, comenta medio alarmado, que al parecer había habido un seísmo muy fuerte en Japón, con algún daño de consideración.
Después vino lo que todos sabemos. Las noticias nos alucinaban pero pensábamos que Japón es lo que creíamos que era y lo que verdaderamente nos llamaba la atención eran las imágenes tomadas desde todos los ángulos, desde todos los lugares y situaciones. Era realmente estremecedor ver la fuerza de la naturaleza, arrastrando toda la potencia Japonesa. Pobres, quien lo iba a decir.

Y entre la guerra, muy cercana pero descompensada a favor de los defensores de la democracia y la preocupación por las consecuencias del escape radioactivo de la central de Fukushima, muy lejana, pero amenazante, nos comenzamos a preocupar por el alcance de estas noticias.
Las noticias que nos mostraban, decían a modo de ilustración el número de muertos que iban ascendiendo; pero realmente la noticia, era el estado de la central nuclear a punto de estallar. El miedo de los japoneses, el miedo de los americanos, el miedo de los europeos, por lo que allí pudiera pasar y como nos podría afectar. El apocalipsis, decía uno.
La cifra de muertos y desparecidos a superado ya las 27.000 personas. Los daños superan los 100 millones de euros, y las cifras para la reconstrucción serán superiores s a los 300mil millones de euros.
Pero lo que me sorprende es lo pronto que hemos asimilado la tragedia de una catástrofe de estas dimensiones, en apenas 2 semanas (solo prestamos cierta atención cuando se habla de peligro nuclear), sin embargo la tragedia de los 33mineros nos la fueron relatando a diario con traca final el día 69.
En la tragedia de Bhompal, en 1984 la fábrica de pesticidas de Unión Carbide, escupió veneno y más de 10.000 personas murieron en pocos días. Otras 15.000 personas han fallecido en los años siguientes y más de 100.000 continúan con problemas de salud. Aquella noticia fue relatada con los medios de la época. Se ha escrito un libro best seller, pero ya pertenece a la memoria de cuantos seguimos esta tragedia. Lo más dramático (por supuesto además de la pérdida de vidas humanas) es que no siquiera se reclama justicia. Dow Chemical, que adquirió Unión Carbide, aprendió el negocio: la compraventa no incluyó la responsabilidad sobre lo sucedido. Por lo demás, este siniestro al estar lejos de los países occidentales y en un país como India, no ocasionó demasiadas protestas e inquietudes porque no nos podía afectar a nosotros.

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